jueves, 11 de abril de 2019

Escribir es...

Muchos creen que escribir es algo sencillo y que cualquiera puede hacerlo, que con tener una idea en la cabeza y ganas de plasmarla en palabras escritas alcanza. Puede ser que, en algunos casos, y son contados a mi criterio, sea así y surjan buenas historias. Sin embargo, cuando la pasión de escribir nace del corazón, por amor, por gusto, por la simple y sencilla satisfacción de hacerlo para uno (el que guste a los demás es un extra), el perfeccionarse en este arte es lo que hace que seamos cada vez mejores.
Escribir no es juntar palabras unas tras otras; no es crear oraciones como si estuviéramos hablando con otra persona; no es volcar atropelladamente en el papel (o cualquier método que se use para escribir) lo que nos dice la mente.
Escribir es crear; es dejar volar la imaginación; es ser consciente de que estamos dejando mucho de nosotros en palabras; es respetarse a uno mismo y respetar a aquel lector que se anime a leernos. Es aprender también, porque no solo basta lo que nos enseñaron en la escuela, hay que buscar el camino que nos lleve a poder dar lo mejor de nosotros.
Un pintor puede dar muchos trazos para crear su obra, pero necesita saber de pigmentos, de tipos de pinceles...
Un músico puede tocar el intrumento que quiera, pero necesita saber de acordes, de notas musicales...
Un albañil puede levantar una pared, pero necesita saber de mezclas, de ladrillos...
Podría seguir dando ejemplos, pero no es cuestión de aburrirlos.
¿A qué voy con todo esto? Simple: un escritor puede escribir lo que se le venga a la cabeza, pero necesita de herramientas, de técnicas y conocimientos de escritura para que su obra sea consecuente y de buena calidad. Esto no quiere decir que su manuscrito pueda gustar a todos; ya sabemos que para gustos, los colores.
Desde mi punto de vista, una obra cuidada tendrá más posibilidades de llegar lejos que una a la que no se le ha dado la importancia que merece (y con esto me refiero al respeto, más que nada, para con el lector). No obstante, como siempre hay un «pero», el que compete acá es el hecho de que la escritura y la lectura vienen en decadencia. No voy a entrar en un tema de discución, ya sabemos que la autopublicación abrió una brecha muy grande, sobre todo, en cuanto a calidad, al respecto. Y mejor no hablo de ciertos libros que hicieron que muchos crean que podían escribir también «porque me partió la cabeza y me hizo ver que yo podía hacer lo mismo (o similar)».
Bueno, que me voy por las ramas. Lo quiero decir con todo esto es que un escritor no escribe solamente, sino que aprende en este camino que eligió seguir, por el motivo que sea. Y es lo que yo hago: seguir aprendiendo día a día. Es por eso que, sin importar lo básico o intensivo que pueda ser, no dejo de realizar cursos que me ayuden a mejorar mi estilo. Y uno de los últimos que hice es el de la plataforma Escribir, Taller de Redacción y estilo, que dicta la genia de Érika Gael. Y no solo con ella, sino que hice, a la par, otro con Silvina Ruffo. Y allí no queda, pues es mi intención continuar y continuar, pues de estas enseñanzas se aprende mucho.
Esto, además, me permite ver otros horizontes, pero de eso les contaré cuando «la cocción de ese sueño esté a punto».
Que tengan un buen día. Besos <3